La intolerancia en el deporte

Un niño le comenta a su madre: “Mamá, hoy en la práctica hubo una pelea de padres?”. La madre con el pensamiento perdido en sus preocupaciones le contesta: “Ni te metas que todos esos son unos cafres”.

En nuestro día a día actuamos cotidianamente sin pensar en las implicaciones que tenemos en el aprendizaje de nuestros hijos. Quizás sin darnos cuenta, lo hacemos como una forma de protección que va calando en nuestra memoria y crea percepciones erróneas de nuestro alrededor y quienes nos rodean. Poco a poco estas conductas se convierten en costumbres que se van  entrelazando con nuestras influencias, educación y experiencias de vida activando un concepto cultural de intolerancia al prójimo que nos afectará colectivamente en momentos de grandes dificultades.

La tolerancia, palabra que proviene del latín tolerantĭa, significa la cualidad de quien aguanta, soporta o acepta; y se instituye como un valor primordial para convivir en paz y armonía. Sin embargo, cuando hablamos de “aceptar” a los demás sin importar su cultura, educación, credo, raza, formas de expresión y modo de vida se relaciona más al valor del respeto. No solo hablamos de respetar a nuestros semejantes sino en reconocer la individualidad y diferencias. Sin este valor es imposible convivir en paz y aprender a tolerar. Para vivir en tolerancia hay que quitarnos las máscaras y simplificar nuestra existencia para reconocer el valor de cada ser humano  en la sociedad. Si visualizamos su potencial y la diversidad de lo que representa, veremos que hay un mundo interesante por descubrir. Como dice el refrán: “Si todos fuéramos iguales que monótono sería el mundo!”

La suma de la violencia global histórica, como lo fueron los procesos de colonización de las Américas, el régimen totalitario de Adolf Hitler en Europa, los conflictos armados en el Medio Oriente, los actos hace unos años en una discoteca en Orlando, la muerte de hombres negros a manos de la policía en EEUU y los actos de terrorismo en Alemania y Francia, evidencian nuestra falta de tolerancia. Queda claro que un acto de intolerancia conlleva una represalia que magnifica el círculo vicioso de la violencia. Las guerras en el Medio Oriente, fueron resultado de los estragos de la Segunda Guerra Mundial, que a su vez provocaron la radicalización de grupos anti-occidentales que hoy propician actos de terrorismo. La masacre ocurrida en Orlando se suma a una larga lista acompañando un gran número de masacres ocurridas en escuelas y lugares de recreación como resultado de la intolerancia racial, de género, preferencia sexual y clase social. De igual forma, la alta incidencia de “bullying” en nuestras escuelas comprueba la intolerancia en sus formas más fundamentales e insidiosas.

La tolerancia no es un deber moral, sino un requerimiento natural para los individuos, comunidades y países, porque protegen la igualdad de oportunidades de todos los grupos e individuos de la sociedad. La ONU señala que “La injusticia, la violencia, la discriminación y la marginalización son formas comunes de intolerancia. La educación es un elemento clave para luchar contra estas formas de exclusión y ayudar a los jóvenes a desarrollar una actitud independiente y un comportamiento ético. La diversidad de religiones, culturas, lenguas y etnias no debe ser motivo de conflicto sino una riqueza valorada por todos”.

El deporte sufre de este fenómeno aunque lo consideremos un espacio de entretenimiento, relajación y transformador. De igual forma, no se exenta de sufrir situaciones; como en cualquier otro lugar (trabajo, amigos, escuela), que descarrilan el plan de trabajo agriando modelos de conducta que afectan el desempeño, las relaciones personales y ambientes de trabajo especialmente voluntario. Esta extrema susceptibilidad en el ambiente se da por su alto nivel de apasionamiento entre los que componen la comunidad que se desatan a través de los rumores, malos entendidos, sentido común, visiones y perspectivas diferentes....en fin la base de todo las comunicaciones.  El deporte se compone de grupos de padres, ejecutivos, entrenadores, atletas, medios, donantes y gobierno; cada uno tiene un objetivo diferente, queda en nosotros como comunicadores ser los facilitadores del proceso y mediar para conseguir el respeto, armonía y acuerdos que tengan mutuos beneficios...siempre con el enfoque que nuestros atletas son la prioridad.

Tengamos cuidado a la hora de opinar, evaluar y tomar decisiones porque quizás caeremos en la intolerancia deportiva....siempre investigue y analice imparcialmente todas las partes. La cultura de intolerancia es un proceso que puede ser corregido. Es un asunto de educación que conllevará alcanzar mayor conciencia social sobre la libertad y los derechos humanos.  Es brindar soluciones a los problemas que nos atecen de forma colectiva y colaborativa, promoviendo oportunidades de acceso a la información y potenciando una cultura de igualdad, justicia y equidad.  El valor de la tolerancia enaltecerá un pluralismo armonioso para nuestra democracia en el deporte.

Zulyanille